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jueves, 17 de enero de 2013

Libertad, Seguridad, Justicia y Bienestar Social.


Terremoto social en el mundo árabe.


Es imposible ignorar el profundo impulso de transformación, que ha brotado casi de repente, salido desde el subconsciente de millones de maltratados hasta sus gargantas que piden cuentas a sus represores acerca de lo que tuvieron que reprimir. 

El extenso clamor social que recorre como un río los países árabes, tal vez exprese solo un preámbulo explosivo de la desesperación mundial de los pobres, atrapados siempre entre el hambre y la falta de derechos de todo tipo que tienen que soportar y las dictaduras que les impiden expresarse y exigir la justicia que se les debe.

Si durante siglos el conformismo, la pasividad, la resignación, han sido las respuestas a los abusos de los poderosos caciques del poder, revestidos de hipócritas defensores de sus pueblos, ha bastado que alguien se prenda fuego ante los ojos del mundo entero para que de pronto suene un enorme despertador en el mundo árabe y ponga en pie de paz- que no de guerra- a millones de pobres hasta ese momento resignados y sometidos por la fuerza a un malvivir. Pero las pantallas de sus televisores hace tiempo que muestran que ese malvivir no es una maldición universal, y que tan solo a unos pocos kilómetros existe el Planeta del Bien Vivir, donde la gente todavía goza de unos mínimos derechos y unos mínimos ingresos que les permiten vivir con un mínimo de dignidad social. 

Esto es lo que pueden pensar a primera vista, y es comprensible, aunque en cuanto se llega al soñado planeta del consumo y las libertades se descubre la falsedad real de las democracias formales y no se extrañarán de la corrupción política, ni del enorme desempleo, n i de la asfixia económica de la población por causa de bancos y gobiernos unidos, y todo ese cúmulo de miserias que se ocultan tras los escaparates de la TV. 

En apariencia el mundo en versión Tío Sam, difiere sustancialmente del mundo en versión Ali Babá, pero todos sus gobernadores comen en la misma mesa las riquezas de sus respectivos pueblos a los que tienen sometidos de un modo u otro, según convengan. Pero esto aún no lo han tenido que sufrir los que se congregan en las plazas de Egipto, Túnez o Yemen, que aspiran a vivir en su propio Planeta Bienestar sin tener que marcharse.

Y es que través de un proceso que ha durado muchos años, el Planeta Bienestar, siempre allende sus fronteras, ha ido mostrando ante los ojos atónitos de los pobres del mundo, casas de ricos, niños y niñas con los mismos derechos y mujeres vestidas como les place, que pueden divorciarse y no están sometidas a leyes machistas amparadas en el Corán.

Desde las ventanas de sus televisores en color han observado tiendas abarrotadas, gentes sin problemas económicos y con derechos sanitarios, laborales o de vacaciones, hoteles de lujo, innumerables automóviles y trastos electrónicos y muchas otras cosas. Todo ello perfectamente compatible en apariencia con una vida sin guerras y con gobiernos que la gente puede cambiar periódicamente, lo que no es lo mismo que mantener tiranos longevos atornilladlos a sus sillones. Por eso, en cuanto apagan el televisor y lanzan la vista a su alrededor creen haber cambiado de galaxia y descendido a una sucursal del infierno. Así comienzan a despertar, una vez descubierto que deben tener derecho a vivir en un Planeta Bienestar, pero si no le dejan acceder las leyes de inmigración y sus guardias fronterizos, se dejan la vida una y otra vez, pero al final, irritados y desesperados, quieren cambiar su propio país para que se parezca al del Planeta Bienestar. Y ese cúmulo de cosas está moviendo el río que inunda hoy el mundo árabe.

Cuando la necesidad- y no solo la necesidad económica, sino la necesidad de justicia y de recuperar la propia estima, que andaban reprimidas- se desatan en los pueblos por medio de cualquier detonante, y saltan a la calles las familias enteras con sus pequeños, es que ha llegado la hora de cambiar muchas cosas y de cambiarlas ya. Pero no solo en Túnez, Yemen, Egipto, o Marruecos, sino también en otros como Jordania, Argelia o Siria. Y es más: lo mismo que ocurre hoy en los países que están exigiendo justicia y cambios de sistema de gobierno puede ocurrir mañana en Arabia Saudí o en los Emiratos Árabes Unidos, o en cualquiera de esos lugares donde existen tronos con reyezuelos dictadores apoyados por los reyezuelos dictadores camuflados de Occidente, aunque estos disfrazados de demócratas. 

Examinar a unos y otros hasta comprender que forman parte del mismo negocio es algo que tiene que ser descubierto por experiencia propia, pero de momento la gente ya se ha cansado de dinastías de tiranos sentados en palacios de oro con cimientos de barriles de petróleo, y prefieren dar el paso hacia elecciones libres , que consideran un paso más hacia la libertad, la seguridad y el bienestar social.

Y es que hasta hoy mismo el tiempo permanecía estancado en el mundo árabe, inmersos todos en una casi Edad Media y su cansino discurrir entre gentes privadas de derechos o con solo la fachada de los mismos y privados de libertad de expresar su derecho a un nuevo tiempo en un mundo sin caciques. La rebelión contra el Imperio de Ali Babá ha comenzado. Que sea pacífica y que triunfe esta revolución de los pueblos es un deseo que debería estar en los corazones de todos y desde ahí apoyarla con energía amorosa.

Autor/ Patrocinio Navarro.
fuente/ La Iluminación