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viernes, 23 de enero de 2015

El enigma del nombre de Keops.

La Gran Pirámide de Gizeh es algo más que el monumento que identifica por antonomasia a la civilización más asombrosa que ha pasado por la historia. Se desconoce a ciencia cierta quién la construyó, cuándo y de qué manera se hizo. Tampoco se sabe para qué fueron erigidos sus casi dos millones y medio de bloques. La Gran Pirámide es, al fin y al cabo, el misterio humano por excelencia; un enigma que aún espera a ser desvelado por el hombre.


No es un problema nuevo. Ya desde la propia antigüedad, los cronistas griegos y árabes apostillaban cada vez que mencionaban el nombre del constructor de la Gran Pirámide con un sospechoso "dicen" o un "según afirman los guías locales". Y es que, al igual que sucede con otros grandes enigmas del antiguo Egipto, como la famosa Esfinge, el Serapeum de Sakkara o el misterioso Laberinto en Hawara, no existe al día de hoy ni una sola prueba que confirme de forma científica quién fue realmente el constructor de este gigantesco monumento.
Al comenzar cualquier investigación sobre la Gran Pirámide no tardamos en darnos cuenta de que el problema de la datación de este coloso va ligado al enigma de quién mandó realmente construirla. El griego Heródoto de Halicarnaso que realizó un viaje a Egipto a mediados del siglo V a. de C. fue el primer historiador que proporcionó un nombre a los investigadores. En el libro segundo de su Historia, que lleva por título el nombre de la musa de la música, "Euterpe", Heródoto (2, 124, 1) menciona al tiránico Keops (2575 a. C.) como el constructor de la pirámide más grande de Menfis. Dicho y hecho: el arriesgado testimonio de un guía que no sabía ni que la Esfinge se encontraba en la meseta de Gizeh, tenía el "valor" suficiente como para que la egiptología más ortodoxa comenzara la gran carrera en busca de la confirmación del nombre de Keops.

Un monumento anónimo.
Por desgracia para nuestras investigaciones, de los autores que anteriormente visitaron y escribieron sobre Egipto, de quienes muy probablemente el propio Heródoto tomara más de una referencia sobre las pirámides -especialmente Hecateo de Mileto, s. VI a. C.-, no ha llegado hasta nosotros absolutamente nada.
Sin embargo, no hace falta ir tanto hacia atrás para empezar a dudar del testimonio de Heródoto, ya que todo parece indicar que el llamado por Cicerón, "Padre de la Historia", fue mal informado sobre el nombre de su constructor.
Manetón de Sebenito, sacerdote grecoegipcio de Heliópolis y promotor en su época del culto a Serapis, recibió por parte de Ptolomeo I Soter (s. III a. C.) el encargo de escribir una Historia de Egipto. Para ello, Manetón se tomó la molestia de consultar la mejor documentación de su templo, en Heliópolis. En los fragmentos 14, 15 y 16 Manetón hace una curiosa referencia al constructor de la Gran pirámide: "Sufis reinó durante 63 años. Levantó la Gran Pirámide que Heródoto dice que fue construida por Keops (...)." Este fragmento del cual conservamos varias versiones idénticas gracias a Africano y Eusebio, parece bastante esclarecedor. ¿Acaso no está dando a entender con ese "que Heródoto dice", que realmente el de Halicarnaso estaba equivocado? De lo contrario, ¿no hubiera sido mejor decir "llamado Keops por Heródoto"?
No se trata de un error de traducción. Es aquí en donde debemos tener muy en cuenta que, a pesar del valor documental que ofrece el texto de Heródoto, ya que han sido muchos los datos que se han podido corroborar por medio de la arqueología, no lo es menos que otros muchos, quizás los más, han acabado desmintiéndose. Si a esto añadimos la existencia de un libro de Manetón, hoy perdido, titulado Crítica contra Heródoto, en donde el sacerdote heliopolitano ponía los puntos sobre las íes al Padre de la Historia, todo parece indicar la escasa credibilidad de algunas afirmaciones del historiador griego, seguramente, entre ellas la del nombre de Keops.
Por si no existieran suficientes problemas, el resto de autores, para enrevesar más el asunto, ofrecen nombres diferentes al hablar del constructor de la Gran Pirámide. El griego Diodoro de Sicilia, que viajó a Egipto hacia el 60 a. de C., le llamaba Chemmis, y todos los historiadores de época árabe están de acuerdo en denominarlo Suryd.
¿Cuál de ellos tiene razón? Para algunos egiptólogos, todos, ya que se ha visto en cada una de estas denominaciones cierta relación con los dos supuestos nombres de Keops: Khufu y Hnum-Khuf.
Sin embargo, algunos egiptólogos, desoyendo los argumentos de otros investigadores, han preferido dar la razón al criticado Heródoto y buscar la prueba irrefutable que vinculara directamente la construcción de la Gran Pirámide con el faraón Keops. Y es que, más allá de los hallazgos en los monumentos aledaños a la Gran Pirámide, en donde aparece con cierta frecuencia el nombre del faraón Keops, los arqueólogos necesitaban el descubrimiento de una inscripción en la propia pirámide que subordinara de forma concluyente el monumento al nombre de Keops, prueba que, sospechosamente, apareció al poco tiempo de entenderse los jeroglíficos...

Multitud de inscripciones.
Hace dos mil quinientos años, Heródoto dejó constancia en su libro de la existencia de numerosas inscripciones en las caras de las pirámides: "y en la pirámide consta, en caracteres egipcios, lo que se gastó en rábanos, cebollas y ajos para los obreros" (Hdt. 2, 125, 6). Esta interpretación que, según cuenta el propio Heródoto, es la que le dio el sacerdote que servía de guía en su viaje por Egipto, no parece convencer a nadie; otro "histórico" resbalón del cronista griego. Por el contrario, resulta curioso que este mismo pasaje lo encontremos cuatrocientos años después en la obra de Diodoro (1, 64, 2), quizás una prueba que testifique que este último autor se limitara a copiar el texto de su ilustre antecesor.
En época árabe, Maqurizi, un cronista que vivió a la sombra de las pirámides entre el 1360 y el 1442 d. C., hacía un barrido sistemático en su Libro de la Advertencia sobre las referencias que otros autores anteriores a él habían dejado sobre el antiguo Egipto. En el capítulo XL menciona que "sobre estos monumentos los sacerdotes trazaron todas las máximas de los sabios; se escribió sobre todos los lugares posibles de las pirámides, techos, bases, murallas, todas las ciencias conocidas por los egipcios, y se dibujaron las figuras de las estrellas, se inscribieron los nombres de las drogas y sus propiedades útiles y nocivas, la ciencia de los talismanes, de las matemáticas, de la arquitectura; en una palabra, todas las ciencias." Por su parte, Ibn Khordadabah en su obra Maravillas de las construcciones, decía que las "inscripciones (sobre los bloques de revestimiento de la Gran Pirámide) son tan numerosas y frecuentes que, si las trasladaran al papel, cubrirían diez mil hojas".
Estas afirmaciones, que no son más que un botón de muestra de la inmensa cantidad de ellas existentes en la literatura árabe medieval, han hecho reflexionar a los egiptólogos sobre la posible existencia de inscripciones en las piedras de recubrimiento de la Gran Pirámide, hipótesis prácticamente admitida hoy día por todos, siempre con miras en el descubrimiento del nombre de Keops por alguna parte. Debido a que este monumento fue utilizado como cantera desorganizada en época medieval, miles de sus bloques han ido a parar a los muros de las mezquitas cairotas, perdiéndose la pista de todas estas inscripciones.
Pero, ¿qué hay de realidad en todas estas fabulosas leyendas? ¿Qué decían los miles de inscripciones? ¿Hablaban realmente de Keops o es este rey el que reutilizó un monumento construido mucho tiempo antes que él?

Una explosión de pólvora y un nombre.
Habría que esperar hasta el año 1837 para poder obtener una mínima pista que resolviera el misterio de las inscripciones de la Gran Pirámide. Dos años antes, había llegado al valle del Nilo un coronel británico cincuentón, de nombre Richard William Howard Vyse. Su interés por la egiptología, respaldado por el importante apoyo económico de su familia, le llevó a conseguir el permiso ordinario -el famoso firman- para poder excavar en la Gran Pirámide.
Este coronel, dinamitando en la célebre cámara de Davidson, situada inmediatamente sobre la cámara del rey, descubrió cinco cámaras más. Si bien todos los descubrimientos en este monumento se habían caracterizado por ser anepigráficos -sin inscripciones-, incluso la mencionada cámara de Davidson, Vyse, misteriosamente, tuvo mucha más suerte que todos sus antecesores. Y es que no sólo encontró cinco cámaras más repletas de textos, sino que en varias de ellas aparecía escrito el supuesto nombre del constructor de la pirámide, nombre que recientemente se había podido identificar en textos egipcios: la esperada prueba arqueológica que vinculaba la construcción de la pirámide con el nombre del faraón Keops.
Envuelto en el típico cartucho que recubría el nombre de todos los faraones, y escrito en tinta roja, allí parecía estar la prueba irrefutable que tanto se había estado buscando. Samuel Birch, egiptólogo del Museo Británico y encargado de estudiar las inscripciones enviadas por Vyse desde El Cairo, dio los textos como buenos, reconociendo la posibilidad de que se tratase de los nombres de Keops.
Pero, una vez pasada la emoción de los primeros momentos del descubrimiento, se comprobó que no todo el monte era orégano. Muy pronto aparecieron las primeras dudas ante tan rápido y sospechoso hallazgo.
En 1981, el investigador Zecharia Sitchin nos sorprendía a todos con su libro Escalera al cielo, en donde planteaba la posibilidad de que las marcas de cantería descubiertas por Howard Vyse en la Cámara de Campbell fueran una falsificación de su colaborador J. R. Hills. Esta teoría, siempre según Sitchin, había sido manifestada por uno de los ayudantes de Vyse quien afirmó que el coronel, necesitando justificar sus excavaciones en la meseta de Gizeh ante el cónsul británico, Henry Salt, con un descubrimiento impresionante, decidió "descubrir" la primera prueba epigráfica que vinculara directamente la Gran Pirámide con la figura del faraón Keops.
Sitchin argumentaba su teoría apoyándose en un artículo del propio traductor de los textos, Samuel Birch, en donde, sacando frases de contexto, parecía dar a entender que los jeroglíficos descubiertos por Vyse estaban falsificados. Sin embargo, contradiciendo a Sitchin, si realizamos una lectura completa del artículo de Birch podremos observar que en ningún momento se duda de la autenticidad de los jeroglíficos descubiertos por el coronel.
Sitchin también añade que la falsificación de Hills había sido realizada usando la gramática de John Gardner Wilkinson, Materia Hieroglyphica, publicada en Malta en dos volúmenes entre los años 1828 y 1830, en donde el nombre de Keops aparecía supuestamente escrito de forma incorrecta. Según Sitchin, el nombre correcto de Keops, Khufu, aparece en la mencionada gramática con un error en el primer ideograma, de suerte que Wilkinson confundió el jeroglífico j, un círculo rayado, con el disco solar, un círculo con un punto en el centro. Según Sitchin, éste es el nombre que aparece en la Cámara de Descarga de la Gran Pirámide.
Nada más lejos de la realidad, ni en la pirámide está mal escrito el nombre de Keops, ni Wilkinson confundió un ideograma por otro. Simplemente en la gramática aparece el nombre de este faraón escrito con un círculo negro en vez de utilizar la j , el círculo rayado, ideograma que, por otra parte, sí aparece en el nombre conservado en la pirámide. Aunque Sitchin no tenga razón en sus argumentos ¿demuestra nuestra explicación que las inscripciones son verdaderas? ¿Fueron realmente una hábil falsificación para justificar el firman ante Henry Salt?

Otras inscripciones
Sin embargo, y al contrario de lo que muchos investigadores creen, no son éstas las únicas inscripciones que han aparecido en la Gran Pirámide de Keops. Si hacemos caso al polémico trabajo de Vyse, Operations carried out on the pyramids of Gizeh publicado entre 1840 y 1842, en él se hace mención a muchas más inscripciones. Éstas, lejos de encontrarse en lugares inaccesibles de la pirámide, como cámaras secretas o túneles intransitables, fueron descubiertas por el coronel británico sobre algunos de los bloques de revestimiento del monumento que aún se conservaban en aquella época (1837). Vyse aseguraba que encontró algunas misteriosas inscripciones, según él marcas de los canteros que construyeron la pirámide, inscritas en color rojo o negro. En la página 226 del primer volumen de su estudio presenta una inscripción en la que podemos apreciar una serie de jeroglíficos muy deteriorados junto a un recuadro que parece contener un claro pilar Djed.
Pero ahí no queda todo. El egiptólogo L. V. Grinsell en su libro Egyptian Pyramids publicado en 1947, también hace mención a extraños grabados descubiertos en los mismos bloques, confirmando cien años después, los hallazgos del coronel Vyse. La mayor parte de estas inscripciones fueron pintadas en color rojo, siguiendo la tónica general de las otras conservadas en la Gran Pirámide. El contenido de estos textos era, según Grinsell, líneas de medida utilizadas por los arquitectos a modo de referencias o los nombres de algunas cuadrillas de trabajadores empleadas en la construcción del monumento. Sin embargo, uno de los aspectos más llamativos de estas nuevas inscripciones facilitadas por Grinsell fue la presencia del nombre Hnum-Khufu, otro de los apelativos reales del faraón Keops que ya fue descubierto por Vyse en la cámara de Lady Arbuthnot en la Gran Pirámide. Hoy no queda nada de estas inscripciones ¿Se ha extendido la fiebre mixtificadora del coronel Vyse hasta nuestro siglo?
Según relata el propio Grinsell, "el mejor momento para poder ver estas inscripciones (todas pintadas de un rojo que se ha apagado con el paso del tiempo) es por la mañana muy temprano." Con arreglo a lo descrito por el arqueólogo británico, es conveniente ir con gafas de sol casi al amanecer y buscar en la cara oeste de las pirámides para poder apreciar claramente estas inscripciones. Ver para creer.
Sin embargo, Grinsell no proporciona más información que la simple mención de la existencia de estas inscripciones. Como si de una maldición se tratara, Grinsell murió recientemente sin dejar constancia ninguna de la ubicación exacta en donde se encontraban los misteriosos dibujos por él mencionados...
Otro egiptólogo de renombre, el francés Georges Goyon, en su libro Les inscriptions et Graffiti des voyageurs sur la Grande Pyramide (1944), hacía un estudio sistemático de los hallazgos epigráficos realizados hasta la época en este monumento. Para asombro de muchos, Goyon ofrecía una mención muy precisa de la ubicación de una inscripción en los bloques exteriores de la Gran Pirámide. Según Goyon la inscripción se encontraba en la "cuarta hilera de la cara oeste, piedra número 71 comenzando (a contar) por el ángulo norte. La inscripción está dibujada en pintura roja y colocada al revés."

Un amanecer mudo
Aunque parezca mentira, es triste reconocer que prácticamente nada es lo que podemos observar hoy día de estos descubrimientos realizados hace apenas cincuenta años. Quizás la razón principal a tan dolorosa pérdida, resulte un tanto contradictoria. Y es que el viento del desierto, llamado por los egipcios "jamsin", hacía que la arena cubriera las primeras hiladas de las caras occidentales de todas las pirámides egipcias, taponando incluso en ocasiones la propia entrada al monumento como ocurre en la pirámide de Amenemhat III en Hawara.
Desde que la explotación turística de todas estas pirámides ha obligado a la continua habilitación de los complejos arquitectónicos, retirando la arena siempre que fuera necesario para admirar el monumento en todo su esplendor, las inscripciones han permanecido continuamente a la intemperie, habiéndose borrado todas ellas, si es que existieron, en los últimos cincuenta años.
Aunque nadie hace caso a la advertencia de Manetón, hoy muchos egiptólogos siguen creyendo que fue Keops el constructor de la gran Pirámide. ¿Tiene sentido afirmar que el sacerdote grecoegipcio confundió los dos nombres y argumentar que Keops y Sufis son la misma persona? ¿Es que Manetón no disponía de listas reales más fiables que las nuestras, cometiendo un error tan torpe?

A pesar de todo, después de haber transcurrido no se sabe cuántos miles de años, quizás más de los que creamos, nadie tiene constancia alguna de quién fue el constructor de este misterioso monumento.

De una manera profética, Gerard de Nerval que viajó a Egipto en 1842, comentaba con doctas palabras en su Viaje a Oriente, que las inscripciones que rebosaban por todas partes en la Gran Pirámide "serán la tortura de los sabios del futuro". Lo que de Nerval olvidó señalar era que la tortura estaría en la pérdida de esas inscripciones.
Keops: un faraón sin rostro
Parece increíble que de un rey del que se le supone la construcción más importante de la humanidad, no tengamos apenas representaciones artísticas con las que hacernos una idea sobre su aspecto. A excepción de la conocida figurilla de marfil del mismo tamaño que un rey de ajedrez (7,5 centímetros), para colmo encontrada en Abydos -a casi 350 kilómetros de su gigantesca pirámide-, u otras dos estatuas atribuidas a su persona, poco más es lo que podemos decir de los retratos de este enigmático faraón.

Y es aquí en donde debemos plantearnos si realmente fue el tal Khufu el constructor de la Gran Pirámide.
La imagen política de este faraón, tampoco debió de suponer mucho respeto en la antigüedad a sus propios coetáneos egipcios. Éstos, ni cortos ni perezosos, reutilizaron los relieves de la calzada de su pirámide para decorar sus propios complejos funerarios. Esto sucedió en la pirámide de Amenemhat I (1990 a. C.) en Lischt, lugar en el que podemos encontrar numerosos relieves con el nombre "Khufu", extraídos impúdicamente de su calzada en Gizeh. En otro arrebato de locura, el egiptólogo Ahmed Fakhry propuso hace treinta años la no menos drástica iniciativa de sacrificar el conjunto de Amenemhat I desmantelándolo, para obtener más información sobre el reinado y la figura de Keops. Gracias a Dios, nadie le ha hecho caso.
autor del texto/Nacho Ares
Publicado con el mismo título en la revista Karma 7, en 2001
Un dato que añadimos, y que es de interés ante el enigma de las pirámides y que hace referencia a Manetón y la edad de las pirámides.
Manetón fue un sacerdote e historiador egipcio que vivió en el siglo III a.C. Recibió el encargo por parte del faraón Ptolomeo II Filadelfo, de escribir la historia de Egipto desde sus inicios. Para la realización de sus trabajos tuvo acceso a los textos antiguos sobre la historia de Egipto, y gracias a ello tenemos una lista ordenada de los reyes de Egipto, comenzando por Menes, el primer rey de la primera dinastía.
La obra de Manetón no se ha encontrado completa: nos han llegado pequeños fragmentos a través de varios historiadores como: Flabio Josefo, Julio Africano, Eusebio de Cesarea.
La gran pirámide, siguiendo las pistas arqueológicas e históricas, parecen datar de hace unos 4600 años. Sin embargo, si hacemos caso a lo constatado por Manetón, la edad de ellas estaría en torno a los 7000 años.
Esto no es el único dato sorprendente que nos dejó en su obra. Según contaba, antes de ese primer faraón de la primera dinastía, Egipto estuvo gobernado por dinastías de dioses y semidioses durante más de 24000 años.